IMAZ ECHEVARRÍA, Eugenio
Nació en San Sebastián el 14 de junio de 1900, y tras de cursar la enseñanza primaria y el bachillerato en el colegio de la Compañía de Jesús de su ciudad natal, en 1920 llegaba a Madrid para estudiar derecho en la Universidad Central, cuya licenciatura obtuvo en 1925, y seguidamente la carrera de filosofía y letras en aquella misma institución hasta 1929. Marchó después a Alemania, donde pasó dos años, primero en Friburgo de Brisgovia, escuchando las lecciones de Martin Heidegger, y después en Berlín y Munich. Y nuevamente en España, en 1933 fundó con José Bergamín la revista Cruz y Raya, de la que fue colaborador y secretario hasta 1935, participando también por aquellos años en los quehaceres de la Revista de Occidente.
En 1939, al concluir la guerra civil, marchó a Méjico, donde contribuyó a la fundación de Cuadernos Americanos e iniciaba su colaboración con el Fondo de Cultura Económica, para el que preparó varias e importantes traducciones, y en 1942 comenzaba su labor docente en la facultad de filosofía y letras de la Universidad de Méjico, en la que permaneció hasta 1947, siendo nombrado también por aquellos años miembro del Colegio de Méjico. Marchó después, asimismo como profesor, a la recién fundada Universidad de Caracas, en la que permaneció dos años, y en 1949 regresaba a Méjico, reincorporándose a sus anteriores actividades universitarias y editoriales.
La muerte le sorprendió el 28 de enero de 1951.
La obra de Eugenio Imaz ofrece dos ámbitos o aspectos a primera vista perfectamente diferenciados entre sí, el de sus traducciones y el de sus ensayos, aunque en realidad uno y otro se hallan íntimamente relacionados e interdependientes. Ciertamente su labor más conocida y perdurable fue la de traductor, ya que son muchos e importantes los volúmenes, preferentemente de autores germánicos, los que merced a su penetración intelectual y ágil estilo literario vertió al castellano y que hoy perpetúan su nombre desde los estantes de innumerables bibliotecas especializadas, mientras que su labor más personal, la que debiera reflejar más íntimamente su pensamiento, quedó reducida por su temprana muerte a los cincuenta años a un conjunto de artículos exponente tan sólo de una obra filosófica en agraz.
Sin embargo, esta dicotomía es tan sólo aparente, pues en realidad la actividad traductora de Imaz es únicamente la envoltura de una labor personal que toma como punto de partida de su investigación los textos y autores traducidos en busca de unos resultados absolutamente propios y originales, lo que es especialmente patente en la traducción de la obra completa de Dilthey, cuyas Gesammelte Schriften reordena y analiza en numerosos prólogos y epílogos, logrando introducir orden y claridad en la maraña de unos textos muchas veces inextricables y que a la luz de su versión castellana muestran su organicidad e íntimo sistematismo.
Por lo demás, es manifiesto a lo largo de todos sus escritos el interés de Imaz por el historicismo, por las ciencias del espíritu y en especial por la psicología a la que dedicó su Itinerario de la psicología, más tarde ampliado y refundido en Introducción a la psicología, y que es un ejemplo de capacidad analítica y de síntesis en un ámbito tan complejo como el de la psicología contemporánea; todo lo cual, unido a su preocupación por la dimensión política del hombre, por la crisis de la democracia, por la justicia y por la libertad, permite descubrir en los escritos de Eugenio Imaz el ideario de un noble humanismo que la falta de futuro le impidió desarrollar.