PONCE DE LA FUENTE, Constantino

Descendiente al parecer de judíos conversos nació en San Clemente (Cuenca) hacia 1502. Nada se conoce con exactitud de los primeros años de su vida, hasta 1524 en que se hallaba ya en Alcalá estudiando gramática, requisito imprescindible para acceder a sus aulas universitarias en las que se formó bajo el influjo del nominalismo introducido en aquellas por decisión de Cisneros, y cuyos planteamientos teológicos se caracterizaban siguiendo a G. de Occam y a Gabriel Biel, por afirmar, a diferencia de la posición tomista, que ninguna verdad de fe podía demostrarse por la razón; y en ellas permaneció hasta 1533 en que se trasladó a Sevilla en cuya Universidad se licenciaba en Sagrada Teología en 1534, y al año siguiente era ordenado sacerdote cuando va desde meses antes, y a iniciativa probablemente del mismo Don Alonso Manrique arzobispo de Sevilla e Inquisidor General, que no ocultaba su simpatía por el erasmismo, había sido nombrado predicador de la catedral en atención a su formación complutense y a las brillantísimas dotes oratorias, mezcla armónica de lenguaje culto y popular, que poseía.
Y en Sevilla permaneció hasta 1548 dedicado a la publicación de sus obras Suma de doctrina cristiana (1543), Sermón de Cristo Nuestro Redentor en el Monte incorporado a la anterior a partir de 1545, La confesión de un pecador (1546), Exposición del Primer Salmo de David, Beatus vir, compuesto de seis sermones (1546), Doctrina cristiana (1546) y Catecismo cristiano (1547), todas las cuales, que fueron objeto de sucesivas ediciones, acrecentaron de tal manera su fama, que habiendo llegado a oídos de Carlos V, este lo llamó en 1548 a la Corte incorporándolo al séquito del príncipe Don Felipe, con el que en noviembre de aquel mismo año emprendió un largo viaje por Italia, Alemania y Flandes que le dio oportunidad de entrar en contacto con numerosas personalidades intelectuales de estos países y en el que acompañando al emperador asistió a la Dieta de Worms y a alguna sesión del Concilio de Trento, antes de reintegrarse a Sevilla en 1553.
En la ciudad hispalense se reincorporó a su puesto de predicador en la Iglesia metropolitana, ocupó una cátedra pública de Sagrada Escritura y en 1556 accedía por oposición a la plaza de canónigo magistral; sin embargo poco después recayeron sobre él los recelos de la Inquisición que examinó sus sermones y sus libros advirtiendo en unos y otros pasajes sospechosos de herejía, por lo que en 1558 era reducido a prisión en la cárcel de la Inquisición de Triana y en la que falleció dos años más tarde, poco antes de que fuera juzgado, siendo condenado en el auto de fe de 22 de diciembre de 1560 por «hereje luterano» y sus huesos sacados de la tumba y arrojados a la hoguera.
Excomulgada su doctrina e incluidos sus libros en el Índice por el Tribunal de la Fe, que también expurgó toda referencia suya en los ajenos, Ponce de la Fuente, el mayor orador en la España de su tiempo, al decir de A. García Matamoros, fue considerado por sucesivas generaciones como la principal figura del núcleo luterano de Sevilla. Sin embargo con el paso de las centurias este juicio fue atenuándose en favor de una interpretación más benigna, que ve en nuestro autor una figura preeminente, desde luego, de los anhelos de renovación cristiana generalizados por la Europa pretridentina, un entusiasta defensor de la «Philosophia Christi» propugnada por Erasmo, con el que tal vez mantuvo correspondencia epistolar, y en suma un erasmista entusiasmado por la revitalización de la verdad evangélica y por el surgimiento de una nueva espiritualidad, aunque de una «espiritualidad frustrada», como lo califica P. Sainz Rodríguez.